sábado, 4 de septiembre de 2010

La fotografía según Annie Leibovitz

Hay quien nace con talento. Hay quien nace con talento y con empeño. Y hay quien nace con talento, empeño y con esa pizca de suerte para estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado. Éste es sin duda el caso de Annie Leibovitz, actualmente la fotógrafa más reconocida, valorada y por supuesto también la mejor pagada del mundo. Y es que la fotógrafa norteamericana ha conseguido a base de tenacidad, inteligencia y sobre todo mucho trabajo llegar a ser ya uno de los referentes vivos más importantes en el mundo de la fotografía.




Annie Leibovitz nació en Connecticut el 2 de Octubre de 1949. Su formación como fotógrafa empezó a muy temprana edad; en su casa era habitual hacer fotos, y para ella la cámara fotográfica nunca fue ninguna extraña. Ya a finales de los años sesenta, cuando se trasladó con su familia a Filipinas, es cuando nace en ella una enorme inquietud artística, iniciando así sus primeros pasos en el mundo de la fotografía. Su padre, militar de carrera, fue trasladado al país asiático durante la guerra de Vietnam. Fue allí dónde Annie tuvo sus primer contacto con un cuarto oscuro, y dónde empezó a fotografiar lo que había a su alrededor. Así paso varios años en diversos puntos del mundo, progresando en sus conocimientos fotográficos. 


Posteriormente se licenció en Bellas Artes en Estados Unidos, y empezó a trabajar de fotógrafa. Y ahí es dónde empieza su verdadera carrera. Consigue empezar a trabajar para la revista Rolling Stone, en aquella época todavía emergiendo.


Y ya en 1973 es nombrada fotógrafa jefe de la revista. Uno de los episodios más intensos de su vida fue cuando pudo cubrir una gira con los Rolling Stones por Estados Unidos y Canadá en el año 1975.


De esa gira pudo sacar lo mejor y lo peor de ella. Lo mejor, un fantástico legado de fotos tanto en concierto como fuera del escenario de los Stones. Quien no soñaría hoy en día irse de gira como fotógrafo de un grupo como ellos. Pero también cayó en la espiral de drogas, alcohol y descontrol: “Fue una estupidez elegir a ese grupo de hombres en esa situación concreta, y formar parte de su vida”“Hice todo lo que se supone que debes hacer cuando estás de gira con los Rolling Stones”. Pero a cambio, toda esa etapa le valió para convertirse en la fotógrafa de moda en el mundo de la música. 


Y es que Leibovitz ha tenido el don de la oportunidad en varios momentos de su vida además de una capacidad creativa y de adaptación única: “Para hacer la mejor foto posible uno tiene que formar parte de lo que sucede, hacer todo lo que hacen ellos, luego puedes estar allí, fundirte con el ambiente y hacer todas las fotos que quieras”. Ese fue el caso de una de sus fotos más célebres, tanto por la belleza de la foto, como por el significado que alcanzaría tan sólo unas horas después de haberla hecho. Se trata de la última foto en vida de John Lennon.


A las pocas horas de finalizar la sesión que realizó la fotógrafa en la vivienda del artista, con John desnudo abrazando a Yoko , Lennon fue asesinado a la puerta de su casa, frente al Central Park de NY. La foto tenía tal fuerza por si misma que, sumado a los acontecimientos, la revista Rolling Stone decidió publicarla en portada sin nada más. Sólo la foto y el nombre de la revista. No hacía falta más….la foto lo decía todo.
Más tarde, hacia el 1983 dejó su trabajo en Rolling Stone para pasar a trabajar hasta dónde sigue hoy en día, en Vanity Fair. Esto le ha permitido fotografiar a infinidad de personalidades, consiguiendo fotografías que luego se han acabado convirtiendo en iconos. Basta recordar la famosa portada de Demi Moore desnuda en su última etapa de embarazo.


No es que ella sea más transgresora que otros con sus fotos, pero sí lo es mucho antes que los demás. Nadie antes se había atrevido a sacar una personalidad tan conocida en portada, embarazada y sin ropa. Es sin duda una de las fotógrafas más importantes de los últimos tiempos, y indudablemente crea tendencia, crea escuela. Se podría decir que ella reinventó y perfeccionó el concepto de “portada”. Y uno de los factores más importantes de su trabajo no tiene nada o poco que ver con la fotografía: saber entender a la gente. Es decir, saber hacer sentir cómodo al que está frente al objetivo, hacerlo cómplice de la escena.


De otra manera no hubiese podido hacer fotos como, por poner dos ejemplos, la de Whoopi Goldberg en una bañera llena de leche, o la de Angelina Jolie también en una bañera, mostrando sus tatuajes.


Pero no se ha limitado al mundo publicitario y del Star System. En 1993 se trasladó a Sarajevo para darnos su particular visión acerca de la guerra y sus horrores, dejando de lado las elaboradas fotos de estudio y los encargos publicitarios para volver a sus orígenes. 


Cámaras mas pequeñas, equipos mas modestos, y sobre todo una actitud totalmente distinta tras el objetivo: “Era la guerra. Todo estaba desgarrado más allá de la vida o la muerte. No había ninguna razón para vivir o morir”.


Y en contraposición a lo anterior nos encontramos con una de sus últimas series de fotos, las que hizo para Disney con actores de primera línea, en las que nada queda al azar. 


La preparación del los escenarios, la luz, el vestuario, absolutamente todo está calculado al milímetro, y en el resultado final el procesado de la imagen y el retoque fotográfico pasan a adquirir un protagonismo más que notable. Al fin y al cabo es publicidad.

Y es que en sus últimos trabajos el uso del procesado digital (a veces rebasando el límite de lo real) es un hecho recurrente, bastante lejos de lo había venido siendo su trayectoria como fotógrafa.


Al escuchar el nombre de Annie Leibovitz a uno le vienen a la mente un montón de imágenes al mismo tiempo. Son decenas de grandiosas fotos, ya sea por la composición, por lo que cuentan, por quienes aparecen, o por como aparecen. 


Y es que ha conseguido en vida llegar a las cotas de los más grandes. Y dejando de lado los innumerables premios y galardones que le han otorgado, hay uno de los reconocimientos que ha recibido que la define de manera especialmente acertada: la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos la nombró «Leyenda viviente».

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